lunes, 6 de abril de 2009

El patrón oro y su descendiente

La era del patrón oro estuvo acompañada de un crecimiento exorbitante en el comercio mundial. La misma va desde apróximadamente 1880 hasta 1929, con un intervalo de interrumpción correspondiente al periodo de la primera guerra mundial.

El patrón oro era un sistema monetario mundial por el cual todos los países fijaban sus monedas al oro y sólo podían alejarse de la paridad en pequeños porcentajes. Este sistema estaba regulado por una serie de normas que debían acatar los países adherentes. Entre ellas, estaba la atribución del Banco Central de actuar como prestamista de última instancia para sostener la paridad y, la de hacer que la base monetaria se moviera en la misma dirección que las reservas en oro, de forma que los bancos estuvieran siempre en condiciones de sostener la paridad.
Un hard peg (o fijación dura) como la que significaba el patrón oro, tenía la ventaja que brindaba certidumbre sobre los precios de los bienes transables, y por lo tanto, disminúia los costos de transacción aumentando la fluídez del comercio internacional.

Por otro lado, arbitraje de por medio, los precios en los distintos países se movían a la par ya que en todo ellos los mismos dependían de la disponibilidad relativa de oro. Así, grandes descubrimientos mundiales de oro hacían bajar el precio del oro al tiempo que los precios de las mercancias tendían a subir. Lo inverso sucedía si el mundo crecía pero no se descrubría suficiente oro como para mantener la oferta monetaria de cada país a la par de las expansiónes económicas. Así, se deba lugar a la deflación mundial.

Nótese que como los precios variaban en la misma dirección en todo el mundo, y además los tipos de cambio estaban fijos, el tipo de cambio real no era una herramienta de política y entonces el pleno empleo debía buscarse por otro lado.
Vemos que un tipo de cambio fijo tan duro como era el patrón oro, elimina toda posibilidad incurrir en políticas oportunistas como serían la constante devaluación de la moneda local y/o, los aumentos en la emisión monetaria.
Como el policymaker ya no tiene esa opción, no tendrá ningún incentivo a violar su compromiso de estabilidad cambiaria. Mas aún, para el caso de fuerte salida de oro, el sistema monetario tendía a autocorregirse mediante un aumento en la tasa de interés del país en problemas. Si la crisis fuese muy grave, se permitía la salida del patrón oro pero con el compromiso de que éste se restituyera lo mas pronto posible. Se brindaban entonces condiciones para un ajuste automático de los países en problemas. Tanto la mayor tasa de interés como las expectativas de apreciación en países sufriendo fuga de capitales, tenderían a atraer el oro necesario para volver a la paridad previa.

El patrón oro sentaba reglas de juego que permitían una ampliación del horizonte temporal de planeamiento, de tal forma que las grandes inversiones internacionales (tendido de red ferroviaria, instalación de sistemas cloacales, construcción de puertos y demás servicios e infraestructura) y el comercio internacional, se volvían más seguros.
Además fomentaba una competencia leal entre los distintos países por los mercados mundiales, ya que el desempeño exportador dependía de las productividades relativas y no de abaratamientos temporales producidos por devaluaciones.
Pero como hemos visto, la mayor certidumbre que traía consigo mayores niveles de inversión extranjera y mayores volúmenes de comercio, implicaba necesariamente resignar el uso de políticas anticíclicas. Así, la suba en la tasa de interés necesaria para atraer capitales podía llegar a ser tan alta como para hacer aletargar a la economía por un tiempo socialmente inaceptable.

Décadas mas tarde, esta debilidad se intentó corregir en el acuerdo de Bretton Woods, al crearse al FMI como prestamista de última instancia, constituyéndose el mismo en una nueva opción de política anticíclica que vendría a reemplazar a aquellas no disponibles bajo tipo de cambio fijo.
Pero como nada es tan fácil como parece, podemos estar seguros de que no se había llegado al óptimo de pareto, es decir, no se podía disfrutar de las ventajas del tipo de cambio fijo sin sufrir sus limitaciones.

Al actuar como prestamista de última instancia, se generaba un incentivo por parte de los distintos países a no actuar responsablemente sabiendo que en el peor de los casos, obtendrían dinero fresco para salir. Aunque el FMI proveía ayuda a cambio de que se siguieran políticas que supuestamente conseguirían el crecimiento económico necesario para que el país repagara sus deudas, había comportamientos que no se podían regular, entre ellos el despilfarro de recursos de Duhalde y Menem en la campaña presidencial de 1999, por citar el caso argentino.
El FMI intentó corregir este incentivo mostrando que los rescates podían ser aleatorios. De esa forma, se generaban ciertas dudas acerca de si el salvataje iba a producirse efectivamente, disuadiendo el Moral hazzard.

Ésto es lo que le sucedió a la Argentina en el 2001. El salvataje no llegó y la caída del país fue tan grande que desapareció todo incentivo a permanecer en un sistema monetario global en el que, en última instancia, no se depende de uno mismo sino de la voluntad de otros.

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