Con la organización política de la Argentina a mediado de 1850, se fueron centando las bases para que se desprendiera de la economía de subsistencia y de la barbarie intelectual, dos características de la forma de vida del criollo.
Desde el primer presidente argentino, Mitre, seguido por Sarmiento, Avellaneda y Roca, principalmente, todos hicieron pie en la frase de Alberdi, "gobernar es poblar", y así, las políticas para fomentar la inmigración europea fueron pilares de cada uno de estos gobiernos. Existían otros puntos en comun que compartieron estos presidentes, como fomentar la educación, fortalecer el Estado Nacional, y organizar jurídicamente a la Nación.
Pero el punto de la inmigración es crucial para entender el desarrollo económico que comienza ya en la década del 60. Los inmigrantes europeos tenían la conciencia de que para prosperar debían trabajar duro. De hecho, eso mismo hacían en Europa, pero la mano de obra era tan abundante y los recursos naturales tan escasos, que su productividad laboral (y por lo tanto su paga) era mucho mas baja de lo que podía ser en América.
Al importar trabajadores europeos, La Argentina se iba asegurando de un espirítu trabajador dentro de su estructura social. Los inmigrantes no tardarían en cruzarse con los criollos, de mentalidad ascetica en cuanto a goces materiales, y el efecto inicial se propagaría.
La inmigración, además, trajo el 'know how' para llevar a cabo emprendimientos agrícolas. Es por eso que la mayoría se estableció en el Litoral, donde las tierras son de buen rinde y la cercanía al puerto facilita la comercialización de los granos.
Estos factores sociológicos provocaron una transformación económica. Hasta poco antes, la actividad principal era la ganadería, pero para poder realizarla se necesitaba de grandes extensiones de tierras. Por consiguiente, solo los hacendados se dedicaban a la exportación de carne. El escaso grado de masividad de esta actividad no podría nunca haber contribuído al boom económico que la Argentina experimentó luego de la mano de la agricultura.
Mas aumentaba la población del país, mas se producía y exportaba. Entonces uno se pregunta como era compatible un país que exporta los insumos que al mismo tiempo destina para alimentarse, ya que el precio en dólares debería ser prohibitorio, como lo es en estos tiempos.
El quid de la cuestión está en que enorme entrada de dolares permitida por el constante excedente de expos sobre impos, tendía a apreciar la moneda y por lo tanto, el productor agrícola sólo exportaba el excedente de lo que vendía a nivel local, ya que su rentabilidad era la misma.
Ahora bien, ¿Cómo introducimos a la industria en un país que era netamente agroexportador, y que con una mano de obra creciente debía encontrar nuevos puestos de empleo para ofrecer?
La Argentina tenía tan pocas distorsiones al comercio internacional, que las exportaciones volaban. La apreciación del peso permitía tener precios acorde a los del resto de mundo. Para mantener esto, pero introduciento la industria buscando generar mas empleo, se debían fomentar industrias cuya actividad se encontrata ya sea al principio o al final de la cadena de exportación agrícola.
Esto es, producción de maquinaria agrícola, insecticidas, herbicidas, semillas, etc., al comienzo de la cadana, e industria alimenticia al final de la misma.
Este tipo de industria hubiera dado empleo, al tiempo que como por entonces no existían países mucho mas adelantados en materia de productividad, su sostenimiento no hubiera exigido distorsiones como impuesto a las impos o devaluaciones competitivas que terminan elevando los precios internos a costa de subsidios pagos por todos los consumidores.
Es decir que debería haberse fomentado industrias con poca conpetencia internacional, y que además permiten prescindir de importaciones. Así la Argentina hubiera dado empleo a una mano de obra creciente, sin tocar los beneficios del boom exportador, es decir los precios relativamente bajos y producción volando.